domingo, octubre 29, 2006

Berlín capital humano


Cómo finalmente nos convertimos en capital es el título de portada que en su último número ha escogido la revista berlinesa más popular y querida. Zitty, que aparece cada dos semanas en los quioscos, es una guía inexcusable para el ciudadano que desea orientarse en la jungla cultural, social y de entretenimiento de la capital alemana. Con su lenguaje juvenil, crítico e irónico, esta publicación se ha convertido desde hace años en uno de los símbolos por excelencia de la esencia berlinesa. Sus portadas marcan opinión y tendencias. Sus titulares deciden actitudes. Sus artículos llenan cines y teatros o los vacían. Es también un foro de intercambio en una de las urbes donde el negocio del comercio de segunda mano es toda una institución.

Zitty reflexiona esta vez sobre la reaparición en escena de la perla del Spree. Curiosa tragicomedia. Una ciudad destinada a buscarse a sí misma eternamente. Oscurecida durante décadas por un muro exterminador de iniciativas, pasó a un segundo e incluso tercer plano en la antigua Alemania capitalista. Los wessies se olvidaron de la fantástica Berlín cultural de los cabarets de los años 20 o de la de cuna de ciencia y filosofía de siglos anteriores y miraron hacia otros lugares. Tuvo mucho de esa mentalidad federal que rechaza un centro neurálgico y así sucede que Hamburgo, Colonia, Frankfurt o Munich le roban aún hoy día la importancia económica, industrial, académica o editorial. Todavía incluso la cultural. Sólo Willy Brandt luchó con ímpetu por ser berlinés en época de abandonar fácilmente cualquier espíritu guerrero.
La revista explica que ahora cada vez es más fácil encontrarse a gente del mundo del cine, el arte o la cultura por las calles y clubs de Berlín. Síntoma inequívoco de que algo se cuece por aquí. ¡Por fin despierta la maravillosa*!, que clamaba la canción. Fue un sueño largo, con mucha resaca y legañas. El rescate del diamante en bruto fue una operación de cirugía de gran responsabilidad, de sentido de Estado. De un Estado que recuperaba una identidad machacada como ajo en dos sistemas políticos y económicos tan diferentes como lejanos el uno del otro. El día después de la apoteosis orgásmica de la reunificación, nadie tuvo duda alguna de que Berlín volvería a emerger. Y llovió dinero a raudales. Muchos tentáculos empresariales se desplazaron y la circulación de personas, ideas y proyectos parecía una realidad. Pero cuando los tentáculos notaron que la tierra era poco fértil nadie quiso poner aquí sus plantas y de esta manera se explica, que Berlín no sea sede de las universidades, televisiones, revistas, empresas o teatros alemanes más importantes.

Lo cierto es que la urbe parece condenada al eterno debate de ser un agujero de escándalo para el resto del país, lo que sin lugar a duda le corta las alas. Cuando los prósperos teutones apenas conocían el significado del término paro y de su coletilla pobreza, nadie buscaba explicaciones a los desembolsos. Pero ahora cada vez hay más peros y los 70.000 millones de euros de deuda de la ciudad se han dejado de ver como un aspecto secundario. Por fortuna, el dinero es algo que por estas latitudes se interpreta con una relatividad poco prusiana. Así que las hordas de modestia hacen de Berlín una ciudad poco clasista y sí muy heterogénea, abierta y cosmopolita. Los pequeños placeres son muy accesibles y eso es un imán para cientos de mentes bohemias y librepensantes que deciden probar suerte y subirse a una ola que sube y que baja. Que sube y que baja, pero que nunca se queda quieta.
*Berlin du bist wunderbar

Incapacidades lingüísticas

Que la España de hoy se ha modernizado notablemente es tan obvio que no merece la pena dedicar una línea más para explicarlo. Que el español le ha cogido gusto a hacer las maletas y lanzarse a la aventura es algo que también se comprueba a nada que uno cruza la frontera y comienza a oír a personas hablando en un tono de voz notablemente más alto al del resto de la gente. Y sin embargo, como bien sabe Zapatero, el objetivo de dominar una lengua extranjera todavía es una asignatura más que pendiente. Un idioma fuerte, suficientemente agradable y querido en el exterior como para apagar cualquier intención y esfuerzo en los paisanos de un país donde la educación obligatoria no garantiza los más mínimos conocimientos de inglés. Y no será cuestión de incapacidad genética de raza, que para ello ya se ha convenido reconocer internacionalmente que este tipo de memeces argumentales son más que arcaicas y forman parte de un discurso barato y flojo.

Tal es así, que la oveja sale del redil pero enseguida se agrupa con el rebaño cuando los prados son nuevos. En mis experiencias foráneas pocas veces he conocido un grupo cultural tan unido como el español. Quizás los italianos y franceses nos van parejos. Se forman círculos y circulitos, donde conocer a alguien significa multiplicar exponencialmente los amigos inseparables. En Berlín y por extensión, Alemania, sucede además que todo lo que tenga algo que ver con tierras más sureñas, de clima cálido y ritmo menos occidentalizado se acoge de estupendo agrado. No son pocos los que, desde que adquieren mentalidad viajera, se lanzan a chapurrear algo de español y en cuanto comienzan a visitar, primero las Barcelonas y los Madriles, y tiempo después, continentes enteros, dedican esfuerzo y tiempo para aprender a conciencia la lengua de Cervantes. Sí, les cuesta pronunciar la erre, pero no lo hacen del todo mal por norma general.

El alemán no es tan impronunciable como se dice. Sus giros y peculiaridades gramaticales son a menudo objeto de temores pero desde luego, la mejor manera de afrontarlos no es la llamada parallele Gesellschaft (sociedad paralela), en la que la melancolía y la añoranza se evitan con el constante contacto con gente de la querida tierra abandonada. Les ha ocurrido a los turcos, que en centenares de miles viven todavía en una Turquía costumbrista sin aproximarse ni un ápice a la nueva realidad más que para lo absolutamente imprescindible. Y les ocurre a muchos paisanos. En Austria conocí a erasmus que sobrevivieron un año sin hablar alemán y dando patadas al inglés. En Berlín existen ambientes muy concretos donde nada nos parece recordar que nos hallamos en Alemania. Los sábados en Kreuzberg y los domingos en Prenzlauerberg la pelota rueda en el parque y quienes luchan por ella son en su mayoría latinoamericanos y españoles. Son encuentros bonitos, pero no son los únicos. Se repiten demasiado. Pero aún los españoles no tienen la arrogante certeza de que su idioma es objeto de conocimiento de todo el mundo. Porque esa certeza sí que la tienen los angloparlantes y a estos no hay quien los baje del carro. En la mayoría de ellos la posibilidad de aprender una segunda lengua apenas cruza sus pensamientos. Hasta esos extremos no llegamos. Por suerte.

viernes, octubre 20, 2006

La esperanza sabe a alcohol

12.45 U-Bahn Station Rauthaus Neukölln. Desde lejos se avecina la catástrofe. Son ya demasiadas las batallas perdidas y la toalla cae por su propio peso. La sociedad es un campo donde curtirse no resulta fácil. Muchas personas se sienten solas, ella se siente sola. Su ropa tiene el aspecto de varios días, pequeñas manchas de mucha calle y poco hogar. Su pelo está enredado, una fiel caricatura de su persona. Se tambalea mirando hacia la nada, sus pasos se contradicen continuamente y no encuentran camino. Y sucede lo previsible. Su cuerpo se desploma contra los raíles del metro. La gravedad le deja un ojo sangriento y contusiones en brazos y cara. "Hilfe, Hilfe!" -¡ayuda, ayuda! Se oyen sonidos de cervicales girándose hacia el lugar. Pronto se forma un corro y el murmullo toma parte en el espectáculo. No sabemos si una mujer de unos cuarenta años se acaba de tirar o caer a las vías. El olor a ginebra se incrusta en las fosas nasales. Todavía no es la 1 del mediodía pero ella ya se ha tomado una botella entera solita. Hay pedazos de cristales y un pequeño charco. Apenas quedaba un dedo de alcohol. Dos hombres se apresuran a rescatar a la mujer de las vías. Parecen excitados sintiéndose salvadores. Estiran de unos brazos inertes, de muñeco de trapo. La altura no debe ser de más de unos 70 centímetros pero cuando uno está tan abajo puede parecer una montaña. La operación dura no menos de medio minuto y una vez devuelta la mujer al suelo gatea voluntariosa hacia las vías. Varias piernas se cruzan en su intento. Ha perdido un pendiente. Un pendiente por una vida.
La sientan en un banco y rompe a llorar. Es un llanto profundo y triste. Demasiado triste como para que uno no sienta culpa de que cada día se produzcan este tipo de situaciones. "Ich hab so viele Probleme"-tengo tantos problemas, solloza. Una estudiante se sienta a su lado e intenta consolarla. Se la ve comprometida y honesta. Uno de los hombres que le habían ayudado llama al Notartz -médico de urgencias- y se informa a la mujer de que en pocos minutos vendrá alguien a ayudarla. Y entonces se levanta como un resorte y vuelve a buscar un camino que no existe. Varias personas salen a su paso para obligarle a permanecer en el lugar. Ella no quiere y pronto se arrima a una amiga, que acaba de aparecer. ¿De dónde ha salido?, ¿dónde estaba? Y se van a trompicones hasta que se desvanecen sus siluetas. La estudiante se queda pensativa mirando hacia los raíles del tren. ¿Hacia dónde vamos? ¿Es fácil salirse del camino? Cuando llega el metro lo deja pasar y abandona la estación. Sus pensamientos se marchan con ella, ya no hay murmullos, ya no hay problemas.
Es Berlín una metrópolis especial en muchos sentidos, también en los negativos. El fracaso de la reunificación tiene a la capital como abanderada. Aunque se intenten tapar los agujeros, la ciudad es un coladero. Deudas multimillonarias. Casi una de cada cinco personas está en el paro. Pero el paro no está tan mal por aquí, Deutschland ist doch ein Sozialstaat! a pesar de Hartz IV. Se puede garantizar una supervivencia y un nivel de vida que sume en la vergüenza a centenares de familias. Desde las diez de la mañana decenas de esquinas de Neukölln bailan al son de la ginebra barata, cuando no es la cerveza la que abre el paso. Son grupos animados, situaciones calcadas, esperanzas similares. Es decir, ninguna o muy pocas.

domingo, octubre 08, 2006

Hace tan poco. Hace tanto

Hace algo más de un año tomaba té caliente con unos amigos en un ambiente relajado. Iba camino de Dublín pero decidí hacer una parada en Berlín para recordar momentos. Era un verano de obras. Obras por todas partes. Faltaban unos meses para el Mundial de fútbol y en la capital alemana se apresuraban a terminar la gigantesca Lehrterbahnhof, que hoy en día se ha convertido en la estación de trenes más grande de Europa. El interminable y polémico monumento a la memoria del Holocausto también estaba a punto de ser inaugurado. Era un verano con un clima político caldeado. Un SPD maltrecho que había perdido casi todas sus posesiones federales –incluidos territorios tradicionalmente muy afines- se había visto obligado a convocar elecciones anticipadas. Schröder estaba en las últimas y su política de cambios y reformas le alejaba de la cancillería. Y entre tanto, un Berlín frenético, insaciable, se preparaba para festejar el decimoquinto aniversario de la reunificación alemana.

¿Festejar? Aquí desde hace tiempo ya nadie habla de fiestas. Los programas radiofónicos buscan protagonistas para que les cuenten lo profunda que es la grieta entre las dos Alemanias, lo vacíos que están los pueblos por Brandenburgo o Sajonia porque ya sólo se quedan los viejos y los parados, y los ceros de menos que cobra un trabajador a medida que uno va hacia el este. Hace algo más de un año un alemán de Baviera, en un estado de honesta y efervescente sinceridad, me confesaba que Alemania después del III Reich debería haber dejado de existir. En sus ojos las pupilas negras infinitas escupían tristeza. Era una extraña mezcla entre vergüenza y odio hacia sus propias raíces que sin duda se hubiera arrancado, de haber podido, para plantarse de nuevo en un rincón de la Historia más benévolo y con menos conciencia. Es decir, donde esta pesase menos. Sus 25 pagaban platos rotos 60 años atrás. Para él, la reunificación no era el problema de partida. Sus tesis apostaban por una desintegración total, un puzzle en el que las piezas nunca más pudiesen volver a encajar porque sencillamente no se lo merecían.

Tal hipótesis me dejó helado, sentí vértigo. En fin, pensé que las cosas no tienen porqué ser necesariamente. ¿Cómo sería el mundo hoy sin Alemania? A lo mejor no demasiado diferente. A lo mejor irreconocible. En el fondo y ciertamente debido a mi germanofilia me entró algo de melancolía. Poco más de una década de fatalidad podía haber echado por la borda siglos de trabajo. Además cuál de las más antiguas naciones-estado no ha cometido crímenes de los que arrepentirse. Ninguna. De hecho, muchas siguen festejándolos. En Alemania, todavía hacen falta algunas generaciones para que los alemanes se sientan alemanes sin tener que mirar de reojo al pasado. El más lejano les golpea por fuera, el más cercano les golpea por dentro. Este otoño se han cumplido 16 primaveras y los comentaristas insinúan jugando con lo de la edad de la adolescencia que son momentos de inseguridad. Que todavía hacen falta otros 16 años para llegar a la edad adulta.

domingo, octubre 01, 2006

De donde los turcos. Neukölln

La Alemania del paro cero, mejor dicho, la del paro en números rojos, existió en su momento. Era una locomotora que corría como un avión y se les ocurrió llamarlo el milagro alemán. Hoy hay quien se lo toma a broma en un país donde desde hace años se coquetea permanentemente con la cifra de cinco millones de olvidados por un mercado interno ahorrador y que padece vértigo al crecimiento.
La Alemania capitalista del paro cero consumió vorazmente mano de obra extranjera para consolidar su portentoso desarrollo económico. Eran los llamados Gastarbeiter: muchísimos turcos y algunos españoles de los de Pepe vámonos p’Alemania, entre otros. Una de las primeras macroregularizaciones de inmigrantes en Europa la hicieron ellos y no un guaje de León. Ahora este tipo de cosas ya no se ven con buenos ojos, por lo visto ya está cubierto el cupo. Mira que es inoportuno que España reciba medio millón extranjeros al año, habrá que cerrar el grifo. Esto de ir concediendo derechos así como así no puede ser… que Schengen es un coladero de grano duro piensan desde Hendaia hacia arriba. Vaya qué buenos diplomáticos que son en el país germano –los franceses no les van a la zaga, no, no-, lugar donde actualmente viven cerca de 8 millones de acentos diferentes al alemán.

Los Gastarbeiter, como el nombre indica, eran trabajadores invitados. De esos de trabajar y tirar. Pero no todos lo interpretaron así, pues la mayoría se ha quedado décadas. Y siguen. Han echado raíces bien profundas y no demasiado germánicas precisamente. La integración por aquí es objeto de debate desde hace años, que hay quien hasta la adolescencia no chapurrea el Deutsch a pesar de tener pasaporte tricolor. Vienen dando lecciones sobre inmigración los que se han chamuscado con ella por errores que nadie les ha achacado.
Bueno pues yo vivo de momento en uno de esos barrios de antiguos Gastarbeiter: Neukölln. Nueva Colonia para entendernos, aunque la comunidad ya está bien asentada. El Berlín occidental. Estambul los domingos por la mañana y los martes de verduras frescas. De precios módicos. En realidad todo es módico y modesto, pero nada de guetos a la parisina, aquí la mezcla es lo que gusta. Uno se adapta fácilmente y además cada vez se ven más estudiantes. Y gente joven, aunque todavía no está de moda como para enamorar a las masas.

En la Alemania actual las calamidades del nazismo todavía se digieren en papilla. Es una losa demasiado vergonzante como para abandonarla después de apenas 60 años. No en vano, no olvidemos que ciertos gloriosos presidentes españoles todavía no son capaces de perdonar algunas conquistas musulmanas de cuando los ríos en el sur peninsular llevaban agua. Tanto odio perpetrado contra otros pueblos hasta el ocaso de la Guerra Total ha forjado una actitud de tolerancia acrítica hacia cualquier cultura que se arrima a tierras del Elba y del Danubio. Tal es así que la permisividad a veces resulta ofensiva y contraproducente. Algunos turcos, que son casi tres millones por aquí, viven en una Turquía costumbrista de hace 30 años en ciudades como Berlín o Munich, mientras que allí la modernidad no deja entrar el velo en las escuelas.
Neukölln es un fortín de comercio barato, segunda mano, tecnología punta y requetepunta, ropa hortera y mercados repentinos, té caliente con falafel y alguna que otra currywurst –la institución alimenticia berlinesa-. Calles empedradas con poco carril bici, hasta Kreuzberg casi no se pisan. Neukölln es agradable y divertido. Os lo prometo.


[poco a poco las cosas empiezan a encauzarse, no risk no fun, quien algo quiere algo le cuesta eran mis cantos de guerra para limar asperezas / mañana tengo una entrevista de trabajo en una escuela de idiomas, a ver si es el sitio adecuado y puedo terminar mi proyecto de investigación / a través de unos amigos he comenzado a colaborar para un diario que es una institución de la antigua Alemania comunista. Es un periódico básicamente de opinión, bastante ligado al PDS. Se llama junge Welt y escribo temas relacionados con España. Este esfuerzo me viene bien para mejorar mi alemán escrito / lo que todavía me sigue quitando el sueño es la búsqueda de piso. Ya son dos semanas largas y me comienzan a pesarme los huesos. Quiero asentarme!!]