jueves, enero 08, 2009

La manzana y los gusanos

Partida la eterna manzana hace una docena de lustros en un hermoso lugar de huertos, montañas, sol, peces y pájaros, en ambas partes de la fruta han aparecido algunos gusanos. Son pocos, pero están devorando su sabrosa y bella naturaleza.
Los gusanos no eran propios del ecosistema, sino que fueron dispuestos en el lugar por indeseables a los que nunca les gustaron las cosas bonitas ni tuvieron amor por la sencillez o la bondad.
Partida o entera –un servidor la prefiere entera-, la manzana es un manjar a todas luces. Sin embargo, con gusanos, deja mucho que desear: asusta, inquieta y a veces horroriza, según el momento.
Por suerte, los cultivadores de gusanos no son bienvenidos en la mayoría de las casas de los horticultores locales. Aún así, siempre hay peligro de que alguno se deje llevar por las malas lenguas y piense que su vecino más carismático y ejemplar ha sido el responsable del manzanicidio, que deplore el hecho y caiga en el error visceral de acusarlo sin tener pruebas fehacientes. Si estas acusaciones se prolongan pueden llegar a parecerse a una realidad, siempre onírica, aunque útil para fines equivocados en la práctica.
Quizás uno de los gusanos que contaminó una de las partes de la manzana procedió realmente del huerto de uno de los carismáticos y ejemplares vecinos. Poca mente lúcida concluirá en este supuesto que el huerto de tal carismático debe ser castigado, con la quema y destrucción, para evitar cualquier gusano futuro. Lo lógico sería pensar que un gusano es una nimiedad indeseable en un huerto benévolo y agradable. Lo acertado sería apartar el gusano del trozo de la manzana, conversar sobre el asunto con el carismático de turno y prevenir juntos bichos venideros de esta calaña.
Si los violentos y desalmados se pusiesen todos de acuerdo y convenciesen a muchos carismáticos y ejemplares esto podría constituir una tragedia. Mejor pensar en cosas más positivas que no en gusanos. Al fin y al cabo, son pequeños y nosotros mucho más grandes. Podríamos quitarlos sin demasiados problemas. Si encontramos los agujeros.

miércoles, enero 07, 2009

La basura que todo lo inunda



“Cuando llegan las lluvias fuertes (monzón), el río se lo lleva todo”. Así me respondía un habitante de uno de los muchos arrabales “ocultos” entre el lujo de Islamabad para justificar que una señora acababa de salir de su vivienda para arrojar, sin pestañear ni un momento, varios kilos de basura directamente al río (el cual aparece en la imagen).
Desgraciadamente, esta actitud no es aislada, sino habitual y generalizada. En Pakistán son unos guarros. Las malas lenguas dicen que los habitantes de esta parte del mundo, el sur de Asia, son los más cerditos de todo el planeta. Parece extraño que, entonces, los muchos musulmanes que pueblan esta región consideren al cerdo un animal tan impuro. Dejemos la arrogancia y los chistes fáciles aparte y centrémonos en el problema central: la suciedad, presente en cualquier rincón. No hay río paquistaní ni ladera de montaña en zona urbanizada que no sea un vertedero. Es algo entristecedor. Recientemente, en zona montañosa hacia el norte de Islamabad (Nathiagali) me horroricé al ver que los camareros de un café situado en un bello mirador limpiaban las mesas arrojando los desperdicios ladera abajo. El paisaje que mis ojos apreciaban hacia el horizonte era estupendo, pero a medida que la mirada descendía cambiaba radicalmente la impresión. Cierto es que la conciencia medioambiental es algo bien reciente y que un servidor, como español, no puede presumir de lo que en su propio país no se cumple: ¡Qué mal ves!, le dijo un tuerto a un ciego. Pero eso no quita que sea lamentable que los paquistaníes destruyan así sus más preciados tesoros.

Fotos: 1) Barriada cristiana de Islamabad 2) Zona montañosa en Ayubia, en el norte de Pakistán