martes, octubre 11, 2005

El sexismo y el deporte


¿Somos sexistas por tener competiciones deportivas atendiendo a sexos? ¿Deberían hombres y mujeres participar juntos en el deporte profesional? Hace unos días tuve una larga conversación acerca de esto y la chica con la que discutía me decía que sí. Al parecer, a ella se le había impedido jugar en un equipo masculino de cierta liga de empresas. Una liga, por cierto, poco profesional y más pensada para pasar un buen rato entre amigos. Pensé que esto sí que era una injusticia. Recuerdo que años atrás la hermana de un amigo a la que le gustaba mucho el fútbol daba patadas al balón con nosotros y apenas se notaba la diferencia. Sin embargo, no creo que fuera conveniente para las mujeres participar en equipos mixtos en deportes de alto nivel, por la sencilla razón de que existe una clara diferencia en la constitución física de ambos. Algunas mujeres pueden llegar a desarrollar marcas y niveles similares a los de los hombres pero ¿cuántas son? ¿qué pasaría con las demás?
Está claro que si las mujeres jugasen en la liga de fútbol profesional conseguiríamos la mejor publicidad posible para promover la igualdad de género en nuestra sociedad. Mayor espectáculo de masas no existe. Pero... ¿Es esta una reivindicación necesaria? Y más aún, ¿sería justa para las propias mujeres? En primer lugar, creo que es obvio que no. Que el deporte se vuelva mixto le preocupa a cuatro gatos, no hay apenas demanda, hay mujeres deportistas que alguna vez han aparecido en uno de esos reportajes de becario diciendo que les gustaría medirse con los machos pero el grueso de estos comentarios proceden de sectores del feminismo que poco o nada tienen que ver con el fútbol o el deporte profesional y que simplemente, añaden el fútbol a su cúmulo de reclamaciones, en cuanto que mujeres en una injusta sociedad, en un suma y sigue poco positivo para su propio movimiento. Creo que hay muchos aspectos corregibles antes que este, como el problema de la dificultad de acceso al mundo laboral o el de los salarios más bajos y así, un largo etcétera.
En segundo lugar, me parece que esta medida podría ser incluso injusta para las mujeres. El deporte de alto nivel es eso, alto nivel. Quien vale, vale, y quien no, fuera. Esto no es como una empresa o como la política, donde puedes establecer cuotas para conseguir la normalidad de que gente con los mismos conocimientos y capacidades (sean hombres o mujeres) puedan ocupar los mismos puestos. En el deporte manda el espectáculo. Es la ley del más fuerte, del más hábil y del más rápido. A claras luces la gran mayoría de las secciones deportivas estarían atestadas de hombres y para las mujeres quedaría el amargo papel de segundonas, o mucho menos. ¿Qué mujeres y en qué disciplinas deportivas poseen mejores marcas que los hombres? No lo sé, seguro que hay alguna. Y por ella, ¿deben sacrificarse los méritos de muchas otras que aún destacando como mujeres nunca podrían alcanzar el mismo nivel entre los hombres?
En el deporte se trata de medirse con aquellos con los que puede resultar competido. De lo contrario, resulta un aburrimiento. Por ello, se establecen diferentes categorías atendiendo al criterio de la edad, del peso, de la altura... En mi opinión, el criterio del sexo, aún teniendo un claro origen sexista, no deja de ser más que otro crieterio diferenciador. El tiempo nos dirá si estamos equivocados.

lunes, octubre 03, 2005

Tiempos reformistas

Dicen que las cosas que mal empiezan, mal acaban. Dicen también, que es complicado construir una casa empezando por el tejado. Tal vez sólo son habladurías. Sin embargo, creo que este Estatut no llegará a buen puerto. Al menos, no de la manera en que ha sido aprobado en el Parlament.
La iniciativa fue encomiable. Desde la Generalitat se tuvo el valor de dar un paso que en 25 años nadie dio y muchos, coincidimos en señalar que Cataluña necesitaba cambios. Pero el proceso ha sido un fracaso. Eternizante. 19 meses de largas discusiones para luego jugarlo a una partida de póker a cuatro bandas de apenas media hora.
El problema principal es que no va a dejar de haber problemas. Nuestra democracia madura y su ciudadanía también. No obstante, no somos capaces de conducir el edificio que nos sustenta hacia su madurez. Vivimos metidos en unos pantalones que hace tiempo que han quedado pesqueros y mientras no haya voluntad por ir de compras, el resto de apaños que realicemos serán buenos ocasionalmente, pero no acabarán con la sensación de incomodidad.
Algunos ciudadanos no se sienten cómodos. Incluso desde que se compraron el ya viejo traje del 78. Otros, lo usaron durante un tiempo pero su alegría acabó. Estos ciudadanos somos mayormente los vascos y los catalanes, dispuestos a predicar lo que haga falta para considerarnos siempre unos incomprendidos por el resto de españoles. Nuestra parte de razón tenemos en ocasiones, aunque la intolerancia es una cualidad de la que desgraciadamente se hace gala en todos los lados.
Un servidor está personalmente muy hartito ya de tanta verborrea victimista nacionalista y de tanta polémica contestataria reminiscente de tiempos más oscuros. ¡Que se sienten los políticos y arreglen los problemas dijo un iluso! Pero parece ser que no quieren. Y los que no quieren llevan mucho, demasiado tiempo enquistándose. Están desorientados por una bicefalia que no cesa.
Salta a la vista que la Constitución se merece una oportunidad, pero está tan blindada que la cerrazón del PP obliga a nacionalistas vascos y catalanes a ingeniárselas de mil maneras para poner en marcha planes Ibarretxe y Estatuts que desfilan como funambulistas por la finísima cuerda de la permisibilidad constitucional. Y a veces se precipitan inevitablemente.
Siéntense todos juntos, ¡de verdad! Dibujen un entorno familiar y cómodo para todos. Sin gritos ni malas caras, que nos hemos cansado de verlas. Un entorno, donde no haya complejos para asumir todas las identidades y donde cada uno asuma la de su prójimo. Un entorno que nos ahorre las molestias de tener que molestarnos constantemente.
Este Estatut no será eso. No lo será sencillamente porque algunos de sus puntos más interesantes no respetan la Constitución y lo que no se puede hacer es que uno solo de los diecisiete vecinos dicte algunas de las normas de la comunidad, ¡pues vaya gracia! El debate será seguramente positivo y enjundioso, en tanto en cuanto dará a conocer la ciudadanía española algunos de los problemas e inquietudes del pueblo catalán como ya pasará con la criatura de Ibarretxe.
Lo realmente necesario ahora es convencer al PP de una vez de la necesidad de reajustar el orden constitucional para que las nuevas ideas encuentren su lugar. Las cosas importantes y decisivas conviene hacerlas bien, aunque lleve su tiempo. Las aspiraciones catalanas son totalmente legítimas. No obstante, este no es el cauce que deben llevar.