miércoles, febrero 21, 2007

En España es imposible decir la verdad

“En España es imposible, hoy en día, decir la verdad en los periódicos / Para aproximarse un poco a ella hay que leer al menos cuatro diarios distintos / Es difícil encontrar un dato en el que cuatro emisoras de radio coincidan, salvo en un atasco de tráfico”. Así de tajantes se mostraron anoche los cuatro ponentes, todos ellos periodistas, de una conferencia organizada por el Instituto Cervantes de Berlín que llevaba el título de Pluralismo mediático o Monopolio de opinión.

La velada se presentaba a priori interesante, ya sólo por la talla de los nombres en el cartel y de los medios a los que representaban ante un público que llenó hasta el último asiento de la modosa sala de actos. Los papeles estaban bien repartidos. Dos diarios alemanes y dos españoles. Dos cabeceras de izquierdas y dos de derechas. Y el tema estaba bien delimitado para ser dirigido hacia un balance global del periodismo, pero tras una breve primera ronda en la que se diagnosticó una severa “crisis de la prensa”, en lo que respecta “al soporte papel”, enseguida pesaron las ganas por acercar la problemática a una perspectiva muy española. En casa del anfitrión se habla de lo que quiere el patrón.

Así lo pareció entender el moderador y también profesional de este campo en diversos medios, el alemán Kersten Knipp. En los primeros convites verbales orilló el debate un poco hacia una de las nuevas modalidades semiperiodísticas surgidas de la mano de Internet, los blogs, y aprovechó para elogiar la labor de uno de los ponentes, el columnista de El Mundo, Arcadi Espada. Sin embargo, pronto sus preguntas fueron orientándose cada vez más hacia la búsqueda de explicaciones acerca de “la profunda división (mediática y política) del país (España)”. No le faltaron aliados en esta causa. Otro de los conferenciantes, el corresponsal cultural del Frankfurter Allgemeine en Madrid desde hace más de una década, Paul Ingendaay, aprovechó para señalar que “a pesar de una exitosa Transición, determinados hechos de la Historia moderna de España han provocado una brusca polarización”, y entre ellos remarcó especialmente el 11 de marzo.

Esta afirmación no hizo sino provocar una reacción en cadena entre los presentes. Salvo en el caso de la directora del rotativo alternativo y de izquierdas berlinés, Tageszeitung (que se financia casi exclusivamente a través de ventas y donativos de suscriptores), Bascha Mika. Mika se vio inevitablemente arrastrada por una corriente de la que no era demasiado conocedora y sus intentos de abordar cuestiones como “el papel del periodismo en la democracia” tocaron hueso y no tuvieron mucha respuesta entre sus acompañantes. Sí que se sintió en su salsa, por el contrario, el periodista de El País en la capital alemana, Hermann Tertsch. Según Tertsch, “esta polarización era necesaria para el presidente del Gobierno español”, ya que “por su cultura política era pertinente superar la Transición en algunos aspectos”. El columnista de El País señaló que “aproximadamente desde la época del GAL”, existe en España un “periodismo de barricada”.

La lucha dialéctica, bien representada por portavoces de los dos titanes mediáticos españoles fue fluida y en contra de lo que se podía esperar tuvo muchos puntos de encuentro. Arcadi Espada apuntó contundentemente que en el periodismo nacional se produce una “gran confusión entre hechos y opiniones”, lo que conduce inevitablemente a que sea “imposible decir la verdad”. En este sentido, criticó severamente el tratamiento que los grandes grupos de comunicación (no quiso dar nombres pero se refería sin lugar a dudas a El País y a El Mundo) habían hecho del truncado proceso de paz o tregua de ETA. Una visión maniqueísta que, según su opinión y la de Tertsch, convertía al “otro” (a la competencia) directamente en “enemigo”. Tertsch, con un tono muy crítico y pesimista durante toda la conferencia, añadió a esto que actualmente “es fácil que si te sales un poco de la trinchera se te acuse enseguida de pasarte al enemigo”. “Existen unos vigilantes de lealtades instalados en la prensa que asustan. Los que no se asustan es porque se sienten cómodos con los comisarios”, espetó.

En esta línea y para ilustrar más nítidamente ante una audiencia fundamentalmente alemana la lucha encarnizada de la prensa española, ambos periodistas sacaron a colación el contencioso acaecido esta semana con el corresponsal de El País en París, Octavi Martí. Este corresponsal acusó en un programa de la televisión pública francesa al periódico que dirige Pedro J. Ramírez de estar faltando constantemente a la verdad (junto a la COPE) y haber pagado a un confidente (en la investigación del 11M) para mentir. En este mismo programa Martí acabó solicitando el cierre de El Mundo. Ante este hecho, Tertsch fue contundente: “Que salga un periodista de mi periódico diciendo que se debería cerrar otro periódico significa que se están perdiendo ya un poco los nervios. Es algo bochornoso. No me puedo imaginar a un periodista del Frankfurter Allgemeine pidiendo el cierre del Süddeutsche”. En la sala los murmullos de asombro compartido se hicieron notar. Espada añadió al respecto que esto era una muestra evidente del grado de tergiversación al que tiende el periodismo actualmente, ya que “la reacción de Martí estaba en realidad motivada por una afirmación falsa que no había sido rectificado (la información publicada por su compañero de medio, Ernesto Ekaizer, estaba basada en una errónea transcripción de una supuesta entrevista con el confidente en la cárcel a la que había tenido acceso)”.

No obstante, los conferenciantes no sólo se limitaron a dibujar un negro panorama. También intentaron buscar las causas de una situación que en palabras de Tertsch “será en el futuro próximo mucho peor aún”. Arcadi Espada señaló que en España en realidad “solamente existe cultura periodística a partir de la Transición” y que “la alfabetización que en muchos países se ha producido a través de la prensa, en España ha sido a través de la televisión”. No hubo tiempo para mucho más. Ingendaay aprovechó para describir en los últimos coletazos la conmoción que le provocó “la manipulación periodística” y “el silenciamiento” que tuvo lugar en algunos medios durante la catástrofe del Prestige y Mika intentó nuevamente dar un giro temático hacia un periodismo más alternativo e independiente aportando unas ideas sobre las nuevas características del mercado publicitario en el soporte digital. Otro intento baldío. Ayer fue el periodismo de las grandes masas y de los grandes grupos quien, como siempre, se llevó la noticia. Una persona del público debió confundirse de lugar e intentó leer en su turno de pregunta un manifiesto sobre las oscuras relaciones de unas empresas farmacéuticas con el gigante comunicativo alemán Axel Springer. Inoportuna la idea, se topó inevitablemente con un generalizado rechazo. Ayer tocaba lección magistral sobre los intestinos más cancerígenos del periodismo. Nada de soflamas.