viernes, octubre 20, 2006

La esperanza sabe a alcohol

12.45 U-Bahn Station Rauthaus Neukölln. Desde lejos se avecina la catástrofe. Son ya demasiadas las batallas perdidas y la toalla cae por su propio peso. La sociedad es un campo donde curtirse no resulta fácil. Muchas personas se sienten solas, ella se siente sola. Su ropa tiene el aspecto de varios días, pequeñas manchas de mucha calle y poco hogar. Su pelo está enredado, una fiel caricatura de su persona. Se tambalea mirando hacia la nada, sus pasos se contradicen continuamente y no encuentran camino. Y sucede lo previsible. Su cuerpo se desploma contra los raíles del metro. La gravedad le deja un ojo sangriento y contusiones en brazos y cara. "Hilfe, Hilfe!" -¡ayuda, ayuda! Se oyen sonidos de cervicales girándose hacia el lugar. Pronto se forma un corro y el murmullo toma parte en el espectáculo. No sabemos si una mujer de unos cuarenta años se acaba de tirar o caer a las vías. El olor a ginebra se incrusta en las fosas nasales. Todavía no es la 1 del mediodía pero ella ya se ha tomado una botella entera solita. Hay pedazos de cristales y un pequeño charco. Apenas quedaba un dedo de alcohol. Dos hombres se apresuran a rescatar a la mujer de las vías. Parecen excitados sintiéndose salvadores. Estiran de unos brazos inertes, de muñeco de trapo. La altura no debe ser de más de unos 70 centímetros pero cuando uno está tan abajo puede parecer una montaña. La operación dura no menos de medio minuto y una vez devuelta la mujer al suelo gatea voluntariosa hacia las vías. Varias piernas se cruzan en su intento. Ha perdido un pendiente. Un pendiente por una vida.
La sientan en un banco y rompe a llorar. Es un llanto profundo y triste. Demasiado triste como para que uno no sienta culpa de que cada día se produzcan este tipo de situaciones. "Ich hab so viele Probleme"-tengo tantos problemas, solloza. Una estudiante se sienta a su lado e intenta consolarla. Se la ve comprometida y honesta. Uno de los hombres que le habían ayudado llama al Notartz -médico de urgencias- y se informa a la mujer de que en pocos minutos vendrá alguien a ayudarla. Y entonces se levanta como un resorte y vuelve a buscar un camino que no existe. Varias personas salen a su paso para obligarle a permanecer en el lugar. Ella no quiere y pronto se arrima a una amiga, que acaba de aparecer. ¿De dónde ha salido?, ¿dónde estaba? Y se van a trompicones hasta que se desvanecen sus siluetas. La estudiante se queda pensativa mirando hacia los raíles del tren. ¿Hacia dónde vamos? ¿Es fácil salirse del camino? Cuando llega el metro lo deja pasar y abandona la estación. Sus pensamientos se marchan con ella, ya no hay murmullos, ya no hay problemas.
Es Berlín una metrópolis especial en muchos sentidos, también en los negativos. El fracaso de la reunificación tiene a la capital como abanderada. Aunque se intenten tapar los agujeros, la ciudad es un coladero. Deudas multimillonarias. Casi una de cada cinco personas está en el paro. Pero el paro no está tan mal por aquí, Deutschland ist doch ein Sozialstaat! a pesar de Hartz IV. Se puede garantizar una supervivencia y un nivel de vida que sume en la vergüenza a centenares de familias. Desde las diez de la mañana decenas de esquinas de Neukölln bailan al son de la ginebra barata, cuando no es la cerveza la que abre el paso. Son grupos animados, situaciones calcadas, esperanzas similares. Es decir, ninguna o muy pocas.

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