martes, abril 29, 2008

Carnes





Yo no soy vegetariano, ni siquiera me lo he planteado alguna vez porque hay carnes que considero tan exquisitas que me daría demasiada lástima no volver a probarlas. No obstante, si algún día optase por la militancia, creo que no empezaría en Pakistán. Sería darle demasiada ventaja al fracaso. En este país, salvo el cerdo, que por su cultura musulmana desprecian, todo lo que tiene patas se devora. Y a todas horas. El plato estrella es el pollo. Lo puede uno encontrar en la sopa, en la ensalada, en el arroz, en la tortilla... Pero la ternera, el cabrito, el búfalo u otros no le van a la zaga. Eso sí, otra de las normas que uno debe tener claras es el evitar cuestionarse la procedencia de los alimentos cárnicos. Basten unas fotografías para entender esta recomendación.

Fotos: De arriba a abajo, pollos en Rawalpindi; cabrito en Lahore; cabezas y cuerpos de búfalos en Peshawar; carnicero cortando ternera en Pindi.

sábado, abril 19, 2008

El pobre pueblo afgano


Quizás el afgano sea uno de los pueblos que más han sufrido en las últimas décadas. Sometido su país a constantes guerras por intereses siempre ajenos a los suyos, tras el último gran conflicto, la invasión estadounidense de 2001, millones de ellos vinieron a Pakistán en diversas etapas. Y una gran parte aquí siguen –2,2 millones según datos del ACNUR (agencia de la ONU para los refugiados), aunque seguramente sean muchos más-. Viven en alguno de los más de 80 campos de refugiados que existen en el país. Esta semana, 70.000 deberían haber regresado a Afganistán porque el Gobierno quería cerrar el campo de Jalosai que existía desde hace casi 3 décadas. Pero los continuos combates en la frontera entre grupos tribales enemigos han bloqueado la carretera que lleva desde Peshawar a Kabul. Así que muchos se encuentran en estos momentos aislados, sin techo, y en unas condiciones terribles a la espera de que se solucionen los problemas. Esta foto no corresponde al campo de Jalosai. Es una barriada afgana de Rawalpindi –localidad vecina a Islamabad-. La primera vez que la vi, pensé que era imposible que alguien pudiera vivir debajo de la tierra...

miércoles, abril 16, 2008

La sintonía de la mezquita


Pakistán –“el país de los puros”- no se puede entender sin el Islam. La religión fue el motivo de la creación del Estado en 1947, de su separación de la India. La idea de conseguir una patria para los musulmanes del subcontinente. Aunque su fundador, Mohammed Alí Jinnah, concibió un país en donde todo el mundo pudiera sentirse respetado independientemente de su credo, la realidad es que cerca del 97% de la población es musulmana. Eso sí, las minorías religiosas suelen tener reservados escaños en los Parlamentos y a veces entre el funcionariado u otros ámbitos. Cinco veces al día rezan los musulmanes y empiezan a hacerlo muy prontito. A nadie que viva un tiempo en Pakistán se le pasará esto por alto. Los imanes conectan los altavoces de las mezquitas en torno a las cuatro o cinco de la madrugada y sus cánticos y oraciones se sienten desde cientos de metros de distancia...

martes, abril 15, 2008

Homosexualidad a la paquistaní


En Pakistán apenas se observan gestos de afecto. Los besos, abrazos o caricias en público son casi tabú en un país con enormes restricciones y reservas morales como consecuencia de la religión. La separación entre sexos está presente prácticamente en cualquier rincón. Las relaciones sentimentales prematrimoniales son además un tema muy delicado, las bodas casi siempre son concertadas sin que los futuros cónyuges se conozcan entre sí, o incluso a menudo son parte de la misma familia –por ejemplo, para evitar pérdida de propiedades-. Por supuesto, existen excepciones. Historias romeojulietescas, paquistaníes occidentalizados que desoyen los dogmas y recomendaciones del Islam... Pero lo cierto es que la manera de entender el amor, el sexo, la vida en pareja es muy distinta. Y, tristemente, muy limitada. Seguramente por estar sometidos a estas profundas limitaciones y reservas, los hombres se agarran a la alternativa de la homosexualidad entendida a la manera paquistaní. Por la necesidad de un contacto físico que se les veta con las mujeres, es fácil ver con frecuencia a parejas de hombres dándose la mano, abrazados... Esto no está mal visto, pero si en lugar de dos hombres hubiera un hombre y una mujer, sería un escándalo...

miércoles, abril 09, 2008

Condenado al taxi


Waheed es mi taxista. Es de un pueblo cercano a Islamabad. En la capital todo el mundo viaja en taxi si no tiene coche, ya que los medios de transporte públicos son prácticamente inexistentes. Esto es un gran inconveniente, así que la mayoría de la gente acaba utilizando con cierta regularidad un mismo taxista, de confianza, para evitar los continuos regateos por los precios –nunca hay taxímetro- y las esperas. Además, muchos conductores desconocen la ciudad en la que trabajan y es fácil emplear mucho tiempo para llegar a algunos sitios para los que hubieran bastado diez minutos. Islamabad tiene sorprendentemente un tráfico soportable porque es una urbe muy nueva, creada en los sesenta con cartabón. Está dividida por sectores cuadriculados y por zonas de trabajo: enclave diplomático, zona de negocios, área residencial, enclave político... Sin embargo, Rawalpindi, que es la ciudad que aparece en la foto, es muy distinta. Tiene más historia y se parece a lo que realmente es Pakistán en cuanto al tráfico: un caos. Además, allí sí que hay autorickshaws –como el que se observa tras Waheed-, el transporte por excelencia en muchos países asiáticos. Los rickis están prohibidos en la capital.

Reyes de la carretera


Los camiones paquistaníes están repletos de filigranas y adornos multicolores. Nadie se atrevería a conducir uno de lo contrario. Es una seña de identidad muy respetada y de la que se sienten especialmente orgullosos. En las afueras de las grandes ciudades existen talleres donde trabajan cientos de personas –entre ellas, niños- en una auténtica operación quirúrgica. Los mecánicos montan las ruedas y crean las estructuras de madera y metal para que después los pintores y decoradores pongan la imagen con sus dibujos, reflectores y cadenas. La parte delantera suele estar dedicada a la religión, en los laterales van pequeños motivos como casas, retratos de mujeres, paisajes o animales y la parte trasera se dedica normalmente a un único y gran dibujo.