lunes, octubre 03, 2005

Tiempos reformistas

Dicen que las cosas que mal empiezan, mal acaban. Dicen también, que es complicado construir una casa empezando por el tejado. Tal vez sólo son habladurías. Sin embargo, creo que este Estatut no llegará a buen puerto. Al menos, no de la manera en que ha sido aprobado en el Parlament.
La iniciativa fue encomiable. Desde la Generalitat se tuvo el valor de dar un paso que en 25 años nadie dio y muchos, coincidimos en señalar que Cataluña necesitaba cambios. Pero el proceso ha sido un fracaso. Eternizante. 19 meses de largas discusiones para luego jugarlo a una partida de póker a cuatro bandas de apenas media hora.
El problema principal es que no va a dejar de haber problemas. Nuestra democracia madura y su ciudadanía también. No obstante, no somos capaces de conducir el edificio que nos sustenta hacia su madurez. Vivimos metidos en unos pantalones que hace tiempo que han quedado pesqueros y mientras no haya voluntad por ir de compras, el resto de apaños que realicemos serán buenos ocasionalmente, pero no acabarán con la sensación de incomodidad.
Algunos ciudadanos no se sienten cómodos. Incluso desde que se compraron el ya viejo traje del 78. Otros, lo usaron durante un tiempo pero su alegría acabó. Estos ciudadanos somos mayormente los vascos y los catalanes, dispuestos a predicar lo que haga falta para considerarnos siempre unos incomprendidos por el resto de españoles. Nuestra parte de razón tenemos en ocasiones, aunque la intolerancia es una cualidad de la que desgraciadamente se hace gala en todos los lados.
Un servidor está personalmente muy hartito ya de tanta verborrea victimista nacionalista y de tanta polémica contestataria reminiscente de tiempos más oscuros. ¡Que se sienten los políticos y arreglen los problemas dijo un iluso! Pero parece ser que no quieren. Y los que no quieren llevan mucho, demasiado tiempo enquistándose. Están desorientados por una bicefalia que no cesa.
Salta a la vista que la Constitución se merece una oportunidad, pero está tan blindada que la cerrazón del PP obliga a nacionalistas vascos y catalanes a ingeniárselas de mil maneras para poner en marcha planes Ibarretxe y Estatuts que desfilan como funambulistas por la finísima cuerda de la permisibilidad constitucional. Y a veces se precipitan inevitablemente.
Siéntense todos juntos, ¡de verdad! Dibujen un entorno familiar y cómodo para todos. Sin gritos ni malas caras, que nos hemos cansado de verlas. Un entorno, donde no haya complejos para asumir todas las identidades y donde cada uno asuma la de su prójimo. Un entorno que nos ahorre las molestias de tener que molestarnos constantemente.
Este Estatut no será eso. No lo será sencillamente porque algunos de sus puntos más interesantes no respetan la Constitución y lo que no se puede hacer es que uno solo de los diecisiete vecinos dicte algunas de las normas de la comunidad, ¡pues vaya gracia! El debate será seguramente positivo y enjundioso, en tanto en cuanto dará a conocer la ciudadanía española algunos de los problemas e inquietudes del pueblo catalán como ya pasará con la criatura de Ibarretxe.
Lo realmente necesario ahora es convencer al PP de una vez de la necesidad de reajustar el orden constitucional para que las nuevas ideas encuentren su lugar. Las cosas importantes y decisivas conviene hacerlas bien, aunque lleve su tiempo. Las aspiraciones catalanas son totalmente legítimas. No obstante, este no es el cauce que deben llevar.

1 comentarios:

A las 1:48 a. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

Me han gustado tus reflexiones. Est'an cargadas del seny que les esta faltando a los politicos profesionales.

 

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