domingo, septiembre 28, 2014

Derecho a equivocarse

Llevo varios meses encandilado con el fenómeno Podemos. Me parece impresionante el ascenso meteórico de este movimiento político-social que bebe del descontento de amplios sectores de la población española con la clase política y del deseo de recuperar para la ciudadanía parcelas democráticas. Parcelas que hoy se encuentran perdidas o ausentes.
Este fin de semana asistí en Ámsterdam a una conferencia sobre la irrupción de Podemos en la que participó un eurodiputado del grupo en Bruselas, Pablo Echenique. El acto estaba orientado a explicar cómo nació la fuerza política, cuáles son sus aspiraciones y retos, y quiénes mueven su engranaje, así como a extrapolar este fenómeno al contexto europeo.

El salto de Podemos a la palestra política española y su notable éxito en las pasadas elecciones parlamentarias europeas me pareció un soplo de aire fresco. Me hizo recuperar cierta esperanza en la democracia, en los electores y en la capacidad de la sociedad española de generar alternativas a los discursos y narrativas existentes.
Creo que algunas de sus medidas iniciales son ilusionantes: el control de los salarios de sus cargos electos, la voluntad de sus miembros más visibles de no hacer carrera política vitalicia, el voluntarismo, la promoción del debate interno de manera horizontal, el afán de transparencia en los procesos…
Los valores y principios que se desprenden de estas medidas -honestidad, humildad, solidaridad o igualdad, por citar algunos ejemplos- están en directa antítesis con los que se perciben implícita o explícitamente de gran parte de los políticos y de los partidos que han gobernado o ayudado a gobernar nuestro país en las últimas décadas.

Ahora bien, estas medidas iniciales son solo el envoltorio, no son el fin o el producto en sí mismas. Podemos ha nacido –según claman sus integrantes- para ser eventualmente la primera fuerza política y, en consecuencia, para gobernar. ¿Están preparados para llevar su ilusionante retórica al terreno práctico? O como apuntó la investigadora británica Hillary Wainwright, una de las ponentes en la conferencia, ¿puede Podemos operar en el sistema político actual y permanecer fiel a sus deseos sin ser secuestrado por él?
Dudo que haya respuestas sencillas a estas preguntas tan complejas. La política, como muchas otras cosas en la vida, es más una carrera de fondo que un sprint fugaz. Este nuevo actor ha sorprendido en el sprint. Cabe ver si tendrá suficiente resistencia para aguantar todos los obstáculos que se presentarán en una carrera de fondo.
Estos obstáculos serán profundas disensiones internas, repentinas escisiones, agresivas campañas en contra, ataques mediáticos, escándalos puntuales, falta de resultados inmediatos, errores programáticos o pérdida de confianza en sectores de la población que ahora mismo están entusiasmados.

La esperanza y la ilusión son sentimientos muy variables. Están sujetos a las circunstancias. Igual que nuestro equipo de fútbol, que una semana se come el mundo, otra está en la crisis más miserable y la siguiente se mueve en terreno templado, la política genera constantemente sensaciones encontradas. En este vaivén lo importante a menudo es mantener la confianza, alejarse de las circunstancias del momento y analizar las cosas con una mayor perspectiva: esa carrera de fondo.
Creo que Podemos tiene todo el derecho a equivocarse, a confundirse y aprender de los errores. De hecho, estoy convencido de que si algún día son capaces de llegar al poder, van a cometer muchos errores. Pero de momento, si algo está claro, es que han conseguido un gran acierto: remover los cimientos del edificio político en España, que estaba y sigue estando en ruina moral. Si su acción consigue que los inquilinos actuales de ese maltrecho edificio hagan algo por restaurarlo empujados por el temor a perder su residencia y eso repercute en un beneficio para los ciudadanos, eso ya es una victoria. Si al menos consiguen esa victoria, no me importa que fallen en casi todo. Muchos otros ya han fallado. Muchos otros siguen fallando.

Citas del discurso pronunciado el sábado 27 en Ámsterdam por Pablo Echenique:
- "Queremos permanecer cerca de la gente, ser controlados por la gente".

- "Hay 1.000 círculos de Podemos en el mundo. Todavía no en la luna, habrá que esperar".

- "Mi vida política empezó en enero. Cuando acabe mi mandato volveré a mi trabajo de científico".

- "La gente se identifica fácilmente con una cara publica pero es un síntoma de debilidad".

- "Deberíamos tratar de ganar cualquier parcela de poder en España. Eso es lo que hacen nuestros contrincantes".

-"Es una incógnita saber cuál debería ser el nivel exacto de democracia, pero el actual no es suficiente". 

- "Vamos a ganar en España y no será fácil porque la élite económica no estará contenta con algunas decisiones".

martes, junio 03, 2014

Adiós Juan Carlos... ¿Y ahora qué?

El 2 de junio ya es un día histórico para todos, tanto para los partidarios como para los detractores de la monarquía. Para los juancarlistas, para los futuros y presentes felipistas y para los que no profesamos simpatía por una institución que consideramos anacrónica.
Son muchas las tertulias y debates que en los próximos días analizarán las razones que llevaron al rey Juan Carlos a abdicar en este preciso momento y el escenario que le espera a España (aire fresco dicen algunos). Hasta ahora parecía que su marcha estaría ligada o bien a su muerte o a la incapacidad de continuar ejerciendo la responsabilidad que exige la Corona, y no a un retiro de escena voluntario. Por eso sorprende la decisión, que en realidad había sido tomada hace meses, según la Casa Real. El anuncio de la misma fue pospuesto entre otras razones para no interferir en los comicios europeos.
Se debatirán las razones que llevaron a Juan Carlos a abdicar porque su marcha deja claro algo que ha sido una constante en su reinado: la falta de transparencia y la ausencia de explicaciones. Dos actitudes que, unidas a los continuos escándalos ocurridos en el seno de la familia real en los últimos años, han debilitado notablemente la figura de este rey.
Si la imagen de la monarquía española no está aún más hundida es principalmente debido al colchón de una poderosa herencia del pasado, que algunos pensamos está muy sobrevalorada, y al cheque en blanco –por pasividad y falta de crítica- con el que los dos grandes partidos políticos estatales -y por ende los grandes medios de comunicación- han obsequiado a Juan Carlos en las últimas cuatro décadas.
España se ha abierto mucho pero en realidad la crítica y la censura al rey no han sido posibles con un elevado grado de libertad hasta hace bien poco como tampoco lo ha sido informar con un mínimo de objetividad sobre la Corona en determinados medios públicos e incluso privados.
Sus defensores han ensalzado con frecuencia que el rey fue uno de los principales -o el principal- artífices de la exitosa transición de España hacia la democracia, nuestro mejor embajador en la arena diplomática internacional y de los negocios así como un excelso defensor de las libertades, máxima esta última consagrada con su oposición al golpe de Estado que amenazó en 1981 con llevar al país de vuelta a una dictadura.
No quiero restar méritos a Juan Carlos, aunque sería injusto olvidar que el monarca fue criado bajo el amparo y tutela del mayor dictador que ha tenido España, que tardó horas en pronunciarse contra la asonada comandada por Tejero y que su labor diplomática tiene dos caras bien diferenciadas. Es indudable que su figura ha servido para granjear y consolidar ciertas relaciones de pedigrí en el extranjero (sobre otras no se puede decir lo mismo) pero también es cierto que muchas de sus acciones y notables errores –léase cacerías de elefantes, excesiva tolerancia a la corrupción y otros escándalos- han cultivado una imagen de España con la que una gran parte de la población difícilmente se puede sentir no ya identificada, sino en paz.
Juan Carlos ha ido de más a menos. Y la opinión pública se ha hecho eco de ello. Nunca la Corona había sido tan impopular en España como en 2012 y 2013. Curiosamente, ahora que abdica, el respaldo a la institución estaba empezando a mejorar ligeramente. Sin embargo, nos quedaremos con las ganas de saber cuál es el respaldo real que la figura del rey tiene en la sociedad a la que representa. No cabe ni la más mínima opción de que el modelo de Estado de esta democracia -¡democracia!- sea objeto de discusión en un referéndum a corto plazo.
La Corona está bien protegida por un escudo vitalicio que sujetan los dos grandes partidos sin que por ello les tiemble la mano. De momento. Pero las últimas elecciones han lanzado un mensaje claro a PP y PSOE. Su apoyo popular se ha resentido mucho por su incapacidad para afrontar cambios estructurales y ser honestos con sus votantes. No escuchar al pueblo se puede pagar caro. Esperemos que resulte aún más caro en el futuro. 

lunes, marzo 17, 2014

La palabra y el silencio

La palabra escrita es contundente. Se puede leer una y otra vez. Puedes ampliar el tamaño y cambiar la fuente pero queda igualmente grabada. La palabra oral, en cambio, se la lleva el viento. Es posible moldearla al gusto y mitigar su trascendencia. Se puede incluso obviar su conocimiento. La memoria suele ser benévola y ayuda a este cometido. Alguien me dijo una vez algunas de estas cosas. Puede que no con esta claridad ni con el mismo sentido. La memoria no es una de las ciencias más exactas. Mi interlocutor era en todo caso un partidario de la palabra oral como medio adecuado para las situaciones comprometidas, aquellas en las que la comunicación se examina en detalle desde todos sus vértices.

¿Pero qué sucede cuando no se quiere o no se puede comunicar ni de manera oral ni escrita? El silencio es silencio, no es escrito ni oral. Es ambas cosas y es ninguna. También es infinitamente interpretable. En lengua española se dice que quien calla otorga. Esta máxima popular, confirmada en la práctica muchas veces, es cuanto menos cuestionable. A mí no me gusta el silencio. Generalmente me incomoda porque no sé convivir con él. Con el afán de romperlo, promuevo a menudo conversaciones estériles. El único objetivo de las interacciones es precisamente esquivar el silencio y no tanto mantener una conversación útil y provechosa para las partes implicadas.

Siempre he sido partidario de comunicar, de explicar las cosas. A veces quizás las expliqué demasiado. O demasiado mal. El acierto es algo muy subjetivo, ¡para qué engañarnos! Mi voluntad fue con frecuencia aclaratoria, no obstante. Quise deshacer enredos y apagar fuegos. Expandir conocimiento, retratar injusticias o simplemente dar un golpe en la mesa. Y utilicé tantos medios como mensajes. Ya fuera una carta comprometedora, un escrito sesudo o un tweet agitado. Una llamada telefónica fugaz, una conversación a deshora, un susurro imperceptible o un guiño travieso.

Como periodista no comunicar cuando existe necesidad de hacerlo podría ser comparable a tener que hacer un día el pan sin la masa que da forma a las crujientes barras que comemos con gusto. Dile a un panadero que cocine un pan sin harina o que haga la tarta de chocolate sin chocolate. Es probable que te conteste que no le toques las narices ni las orejas. Ahora bien, dile a un periodista que escriba su artículo sin palabras o sin las palabras importantes. Hoy no puedes utilizar crimen, amor ni misterio; solo hecho, relación y situación. Golpe duro. Pídele que no escriba y aún será peor. Una culebrilla molesta se introducirá en su cuerpo y lo recorrerá constantemente. El periodista se tomará el café sin azúcar para congeniar con su amargo temperamento.


Creo que hay más miedo a la palabra que al silencio. El silencio es un bosque frondoso y abrigado en el que uno se puede esconder tanto si llueve a cántaros como si hace sol. La palabra, ya sea oral o escrita, puede ser una caminata feliz en un día soleado o un paseo entre prados embarrados con violentos granizos y un viento infernal. Puede que el granizo dure lo que dura un cubito de hielo en el desierto de Rajastán en verano, pero si estás fuera del bosque te agarra. En un momento tienes más agua en tu ropa que la que albergan todo el mar Cantábrico y parte del Mediterráneo juntos. Así todo, más que pillar un resfriado, el verdadero fracaso es quedarse siempre a la sombra. Dejar pasar los días soleados uno tras otro por miedo al granizo. Renunciar al paseo primaveral. Yo me quedo con el granizo.

miércoles, diciembre 04, 2013

Phir milenge, India!


Conocí la India un otoño de 2007. Delhi tenía esa humedad nocturna que penetra los huesos y esa calima matinal que nubla el pensamiento, pero los días seguían siendo agradablemente cálidos. Viajé un mes por el norte del país para comprar las postales pintorescas que anuncian las guías. Turbantes chillones, camellos de feria, histriónicos santones y dementes ascetas. Fue mi primera experiencia en Asia. Pronto volvería a este oceánico continente para asentarme como periodista en el vecino Pakistán. El tiempo pasó volando, con más alegrías que penas. Aprendí a sobrellevar los interminables veranos de seis meses y antes de que acabara 2010, con la calima de otoño y en una noche húmeda como el fango, regresé a la vieja conocida Delhi. La ciudad tenía otra cara. Bullía. Aeropuerto nuevo, pasos a nivel, el metro… y también caos, vacas, mutilados, niños mendigos. Nada había cambiado tanto en realidad pero la India respiraba con fuerza, convencida de su magnitud y potencial. La confianza quizás ha menguado un poco desde entonces.

Ahora, seis años después de que pusiera pie aquí por primera vez y tras tres viviendo, me dispongo a abandonar Delhi y la India. Otra vez sucede en el melancólico otoño, con la calima penetrando mi cuerpo y sumiendo a mi mente en un confuso estado de embriaguez. La melancolía y la embriaguez son mayores porque dejo también el medio de comunicación que ha sido mi morada durante todo este periplo asiático. La agencia con la que abrí la corresponsalía en Islamabad cuando era un germanizado periodista timorato que solo sabía desenvolverse en el terreno seguro de Europa y con la que después prolongué mi aventura al otro lado de la frontera.  En estos momentos en que escribo las últimas palabras tras haber tecleado más de un millón, cuando plasmo mis siglas igb en las últimas noticias de las casi 6.000 que redacté o edité para EFE no puedo evitar sentir cierta nostalgia y acordarme de esas personas que hicieron de esta travesía un placer sencillo. La lista es larga y, encriptada, es mucho más enigmática y anónima, como en el fondo ha sido siempre gran parte de nuestro trabajo. La integran enormes maisanes como amp, daa, pmm, mt, jlr, av, ms, fpw o ilc y magníficas compañeras como mb, ss y nt, todos capitaneados por los veteranos ja y amg. Muchas más iniciales me acompañaron al otro lado de la línea virtual, desde el fortín de Madrid.

No todo fue fácil. La agencia no ha sido inmune a la crisis que ha gangrenado el oficio, convirtiéndolo en ocasiones en una caricatura de lo que el periodismo debería ser. Espero que pronto soplen vientos mejores que lleven el velero a puertos más reconocibles, como aquellos en los que en estos años intentamos atracar una y otra vez, a veces con éxito y otras sin mieles, pero con la sensación de haber remado en la dirección correcta. Este pirata se lleva consigo el ron de marineros y un baúl repleto de recuerdos, un tesoro que vale todo el oro de la India y algunos crores de rupias más. Me quedo con las callejuelas endiabladas de Benarés, la vertiginosa verticalidad de Cachemira o los atardeceres de Bombay. Me llevo la arena del Rajastán, las noches de murciélagos de Delhi y los océanos verdes de Kerala. También meto en el cofre la pasión futbolera de Calcuta y el críquet de los parques, el turbante de un sij, algunas cintas de Bollywood, el peine de un rickshawala y los colores del Holi. Cierro el tesoro con una desgastada y pesada llave. Miro hacia el cielo. La calima sigue ahí. Algunos cuervos me dicen adiós con sus graznidos. Yo les digo hasta la próxima. Sé que nos volveremos a ver, probablemente en otro húmedo otoño.


¡South Asia zindabad!

viernes, julio 26, 2013

El hombre que perdió su tono

Benjamin Gublings era un buen maestro. Lo decía todo el mundo. Sus alumnos, compañeros de oficio y mentores. Incluso sus críticos más acérrimos admitían en privado que era un buen maestro. Además tampoco caía mal, y esta es una virtud que siempre ayuda a mejorar los aspectos más débiles del ser humano. Enseñaba en una modesta escuela de su pueblo las asignaturas de lengua y física, que eran tan diferentes entre sí como parecidas.

Gublings amaba la lengua o, mejor dicho, el lenguaje. Para él era el universo de las personas. La gente veía el mundo a través del lenguaje. Lo disfrutaba y lo sufría. Le encantaban las palabras que se juntaban con otras palabras y los verbos que se ponían delante o detrás. Sentía fascinación por los adverbios largos que daban seriedad al discurso o por los puntos, comas y otros signos extraños que lo volvían fluido.

En la física veía también algo extraordinario. Si la lengua era el universo de las personas, la física ayudaba a entenderlo. Gublings miraba un nubarrón oscuro y comprendía por qué se había formado. Nunca una manzana que cayó desde un árbol o el regalo de una gaviota le pillaron por sorpresa. Y cuando su pequeño sobrino Tobías desbordaba la bañera era imposible enfadarse con el chaval. Para Gublings, Arquímedes, Newton o Lavoisier eran un perenne Dream Team planetario que siempre ganaría todos los títulos en disputa.

Sin embargo, todo se empezó a torcer un día. Un día de plácido verano en el que rompió a nevar y nevó durante varios días seguidos. Algunos decían que el sol no volvería a salir nunca. O al menos, no en una fecha temprana. Otros concluyeron que habría escasez durante mucho tiempo y que esta situación obligaría a realizar un reordenamiento. La palabra reordenamiento no le gustaba a Gublings. Justificaba su desconfianza en que el lexema de la misma era orden y orden, según él bien sabía, podía ser sinónimo de equilibrio o ubicación pero también podía equivaler a mandato o imposición.

Suele decirse en textos antiguos y libros de autoayuda que las primeras corazonadas son las buenas. Gublings se temía lo peor con todo el asunto del reordenamiento. Poco tiempo después, a su escuela vino un hombre con bigote lacio y camisa de botones y ordenó que de un día para otro los maestros de lengua dejaran de enseñar los adjetivos porque los libros iban a tener 25 páginas menos el curso siguiente. En realidad, el tipo del bigote lacio tenía parte de razón. El lenguaje estaba repleto de adjetivos inservibles. Muchos se repetían innecesariamente o se utilizaban solo para demostrar estatus o crear problemas y tensiones. Impertérrito, sempiterno, desdichado, revolucionario, malvado y tramposo. Fuera. Gublings tenía dudas pero acató. Le pareció un mal menor.

El reordenamiento llegó también a la física. De la noche a la mañana se transmitió a la escuela el mandato de dejar de enseñar el principio de la acción-reacción. Por lo visto era un principio subversivo. También se vio afectada la teoría de la conservación de la materia. Si el colegio seguía enseñando equivocadamente a las incipientes generaciones que la energía solo se transformaba... ¿cómo se podría justificar la destrucción necesaria que se estaba produciendo a raíz de la delicada coyuntura?

En los meses venideros sucesivos reordenamientos acabaron golpeando la esencia del lenguaje. Primero se suprimieron las preposiciones y los adverbios. Después el condicional y el subjuntivo. Los primeros eran poco determinantes para el éxito de la comunicación. Los segundos daban pie a aspiraciones y sueños. Demasiado subversivos. Al final solo quedaron los sustantivos. La física sufrió el mismo destino. La inercia, la elasticidad y la flotación. Todas esas teorías y muchas otras más fueron arrancadas del temario por unos motivos no suficientemente aclarados.

En realidad ya no nevaba. Pero la gente miraba a través de las ventanas y veía nieve. La nieve estaba por todos lados. Gublings pensó que todo había sido muy rápido. La gente solo hablaba con sustantivos. Era complicado comunicarse. La desaparición de los principios físicos también hizo que fuera extremadamente difícil entender más allá de la teoría de la gravedad, una de las pocas que seguían enseñándose. Pese a todo, los gestores del reordenamiento pedían ahora un esfuerzo a la gente. Exigían creatividad, constancia y dedicación. Gublings creyó que esto estaba fuera de tono. Pero no sabía ya cómo amueblar argumentalmente su opinión. También creyó que ya no era un buen maestro. Solo alguien con disciplina. Y eso es lo que la gente también pensaba. Que Gublings solo era alguien con disciplina. Y ya ni siquiera caía bien.

domingo, mayo 26, 2013

Agur, San Mames


Ehun urte, bai ehun urteko Katedrala
Iristen dira malkoak zaleen begietan
Ez da gauza erraza agur esatea
Bihotz bihotzez
Mundu guztiak dakila, zein den zure historia
Gure ametsak eta sufrimenduak zurekin joaten dira
Gaur negar egin nahi dugu
Baina bihar bizitza berri bat hasiko gara
Eta San Mamesen espiritua ez da hilko

Athletic beti zurekin, beti lehoiekin alde!



Traducción al castellano


Cien años, sí; una catedral de cien años
Saltan las lágrimas en los ojos de los seguidores
No es sencillo decir adiós
Con todo el corazón
Todo el mundo sabe cuál es tu historia
Nuestros sueños y sufrimientos se van contigo
Hoy queremos llorar
Pero mañana empezará una nueva vida
Y el espíritu de San Mamés no morirá.


¡Siempre contigo Athletic, siempre al lado de los leones!

Crónicas de la India fresca

*Los siguientes enlaces son una selección de artículos, reportajes y vídeos publicados por el autor entre diciembre de 2012 y abril de 2013

El paladar indio se apunta al aceite de oliva


Los indios apenas consumen de media una cucharada de aceite de oliva al año, pero el producto ha logrado en poco tiempo un nicho de mercado en el país y tiene gran potencial al calor del cambio de patrones de consumo en las clases pudientes.

¿Cambia la situación de la mujer india tras la violación?



La muerte de una joven tras ser violada en un autobús ha indignado a la India, donde hay voces que se plantean si el crimen puede conducir a cambiar realmente de manera positiva una sociedad en la que la mujer es muy vulnerable. 

Arte español en tiempos de crisis


Con la crisis en España pasando factura, algunos galeristas españoles han decidido orientar su mirada hacia el emergente mercado del arte indio, que tiene desde hace un lustro una plataforma en la India Art Fair (IAF).
[foto: Atul Vohra]

La empresa española desembarca en la India


La llegada a la India ha sido lenta y tardía, pero en el último lustro casi se ha triplicado la implantación de empresas españolas en este emergente gigante asiático, y las expectativas están en alza.

La India se aferra a la pena de muerte


En un cambio de tendencia que preocupa a los activistas, las autoridades indias han ahorcado a dos reos islamistas tras ocho años sin ejecuciones, una decisión que no pocos tachan de electoralista.
[fotos: A. Kasab y A. Guru (tomadas de Internet)]

¿San Sebastián en Goa?


No tiene Peine del Viento ni monte Igueldo, pero la localidad india de Panaji se parecerá en unos años a San Sebastián gracias a un proyecto que busca transformar su urbanismo a imagen y semejanza de la perla donostiarra.
[fotos: LKS]

Sin especias no hay India


Se toman con medicinas, en limonadas e incluso en la cerveza; las especias son esenciales para la población en la India, un país que fue centro de rutas milenarias de transporte y hoy lidera la producción mundial de estas sustancias.
[fotos: Atul Vohra, Indus Pride]]

Arte contra la muerte de un río sagrado



Considerado uno de los ríos más sagrados para los hindúes, el contaminado y pestilente Yamuna está muerto desde hace décadas y ahora una artista le dedica una exposición con ánimo de denuncia con obras creadas a partir de desechos del afluente.
[foto: Atul Vohra]

La marca 'Incredible India' se tambalea


Tiene exotismo, patrimonio, montañas y playa. Estos atractivos han triplicado en una década el turismo extranjero en el gigante asiático, pero ahora la marca Incredible India se tambalea por la psicosis de las violaciones a mujeres.
[foto: Jaime León]

El santón del sucesor de Chávez


El nuevo presidente venezolano, Nicolás Maduro, es desde hace años seguidor de uno de los  gurús más populares del hinduismo, el fallecido Sathya Sai Baba.
[foto: Sathya Sai Baba Trust]

Las promesas del tenis indio entrenadas por argentinos


En una India regida por el bate, la raqueta lucha por un nicho, y dos argentinos ayudan a lograr ese objetivo entrenando en una joven escuela de elite a promesas que sueñan con dar un día el salto al tenis profesional internacional.
[vídeo dentro de la noticia]
[foto: Atul Vohra]

La tragedia de Bangladesh desnuda las miserias de la industria textil


El derrumbe de un complejo de talleres textiles a finales de abril ha causado más de 1.100 muertos y casi 2.500 heridos. Días después del siniestro cientos de trabajadores, los asalariados más baratos del planeta, no pedían sus indemnizaciones, sino sueldos atrasados, en algunos casos de hasta cuatro meses.

[foto:Taslima Akhter, fotógrafa bangladeshí]


jueves, mayo 16, 2013

La realidad invertida. Cuento sobre un lugar llamado Gladeshban


Imaginemos que usted se marchara de vacaciones por unos días y dejara a su hijo al cuidado de un buen amigo. Una persona de confianza a la que usted ha escogido entre otros amigos por su capacidad para realizar ese cometido. Imaginemos, sin embargo, que este buen amigo, por falta de tiempo u otros factores en los que no nos adentraremos, dejase a su vástago en manos de un buen conocido suyo pero no de usted. Imaginemos finalmente que ese buen conocido de su amigo decidiera transferir el control de su pequeño a un vecino del barrio. Tenemos sin comerlo ni beberlo una larga cadena de responsabilidades. Una matriuska interminable.

Ahora imaginemos que durante su apacible receso -pongamos por ejemplo en un paraíso tropical con aguas cristalinas- a su querido hijo le ocurriera un accidente fatal. El vecino del barrio no presta atención mientras el chaval camina por las viejas escaleras del edificio y el menor tropieza con un escalón difícil, da tres vueltas de campana y se abre el mentón. Una cicatriz de veinte puntos en el hospital y un susto monumental.

¿De quién es la culpa? ¿Del niño? Ciertamente caminó mal, sin mirar, no llevaba casco protector y además tenía la mente en otro lado ¿Será tal vez la responsabilidad del vecino? Su añejo edificio  no está adaptado para niños que corretean de un lugar a otro y seguramente tendría que haber caminado de la mano con el pequeño. ¿Del conocido? Aunque estuviera convencido de que el vecino cuida bien a los niños, traicionó la confianza que había sido depositada en él por un amigo en apuros que le había pedido un favor. ¿Del amigo? A este si que le podríamos acusar de dejación de responsabilidades. Asumió el control del chaval y a la primera de cambio dio prioridad a otros asuntos. ¿Y qué me decís del padre?

Alguno podría afirmar que la fatalidad ocurrió sin su aquiescencia. Bueno, maticemos; quizás si usted hubiera llamado cada día por teléfono a su amigo durante las vacaciones para saber cómo se encontraba su hijo... Si se hubiera molestado en preguntar si el pequeño había hecho los deberes, comido tres piezas de fruta o dormido bien, quizás entonces el amigo no habría podido ocultar que en realidad él ya no estaba al cargo de su hijo y usted se hubiera enfadado muchísimo. Tanto que de un grito mayúsculo habría ordenado romper esa larga cadena de transferencias con las que difícilmente uno puede estar de acuerdo.

Seguramente si iniciamos un acalorado debate discreparemos en el grado de responsabilidad de cada uno de los personajes de esta historia. Pensamientos hay tantos como individuos y cometer errores es de humanos. Bien, ahora añadamos un factor nuevo a la historia. En ese pueblo anónimo en el que a su hijo le ha ocurrido el fatal accidente es de sobra conocido que los habitantes suelen delegar sus responsabilidades y que la policía y la administración municipal hacen la vista gorda con este tipo de situaciones. Cada cierto tiempo suceden casos similares al que ha sufrido usted. En el último medio año otros tres chavales que fueron dejados al cargo de amigos, a su vez al cuidado de conocidos y finalmente de vecinos, tuvieron percances: uno se rompió la pierna; otro, la rodilla; y el tercero, el más pobrecito de todos, está ingresado en la UCI porque se dio un golpe tremendo en la columna vertebral.

Con el conocimiento de esta tradición de dudosa honorabilidad, yo, que ni siquiera tengo hijos todavía, me planteo la siguiente pregunta: ¿Qué padre sería capaz de delegar el cuidado de su pequeño a un habitante de este pueblo sin tener un control regular y estricto de lo que pasa con él? Desde luego, un servidor se andaría con mil ojos, y a usted le recomiendo que haga tres cuartos de lo mismo.

Ahora imaginemos que en esta historia que por el momento no tenía nombres ni apellidos el pueblo se llama Gladeshban, el padre es una poderosa firma de ropa multinacional, el amigo es una importante empresa local acostumbrada a tratar con empresas extranjeras, el conocido es una subcontrata algo menos fiable de esa última compañía y el vecino es otra subcontrata que ni siquiera tiene los papeles en regla pero que quiere hacerse un hueco en un mercado boyante y tiene una fábrica en mal estado. El hijo, el pequeño que ninguna decisión toma y que se cae por las escaleras, es el trabajador asalariado de esa fábrica poco o nada supervisada en la que se produce el accidente.

Parece un cuento y me ha llevado más de setecientas palabras contarlo, pero es una historia real. Como la vida misma. La única diferencia es que la dejación de responsabilidades no causa una simple cicatriz en un mentón, sino casi 1.200 muertos, 2.500 heridos y un centenar de desaparecidos. Todos y cada uno de ellos muy reales. Dejemos de pensar entonces que se trata de un cuento.