lunes, noviembre 26, 2007

El ruido en la India: homenaje de resignación

El claxon de los coches, una lanza afilada / la invocación musical de las mezquitas, un martillo incandescente / la radio del tren a las 5 de la madrugada, un látigo con cabeza de serpiente / el vendedor ambulante, perdigones en todas direcciones / Saturación, saturación, saturación: nebulosa

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Cuando se te clava un aguijón metálico en el tímpano y expulsa el veneno sonoro que recorre todo tu cuerpo, la primera reacción es de sobresalto. La luz blanca se vuelve nebulosa y te sientes entumecido. Huir hacia delante y hacia detrás es una alternativa errónea, pues el aguijón ya te ha penetrado, encontró un desfiladero indefenso por el que se deslizó abruptamente y ya no puede salir de ti. Tampoco puedes eliminarlo. Se volatiliza y relativiza su presencia. Es parte de ti allí donde estés. En realidad, se trata de un antídoto mágico. La sustancia ruidosa se transformará constante y radicalmente y te sumergirá desafiante en una orgía de sonidos irregulares, saturados, a veces agudos, otras graves, a menudo horteras y desatinados, siempre a destiempo. El veneno tomará diversas formas que con el paso fugaz del tiempo se materializarán en un silencio irreal y en una paz quimérica.


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