martes, noviembre 20, 2007

Crónicas de la India II. El país sin precios

“Namaskar baisab, estoy buscando un saco de dormir. ¿Dónde puedo conseguir uno?”. El maisán me dice que espere un momento en mi lugar. Hago un amago de acompañarlo, pero enseguida me indica con la mano que me quede en ese puesto del mercado. Los indios siempre dicen tener una solución a todo. Aunque en realidad no la tengan. Dos minutos después aparece con dos sacos bajo el brazo. La pintura gris de Adidas se corre hacia los lados. “How much?” Me mira a los ojos y ve al inexperto que hay en mí y suelta con confianza: “1.600 rupias”, que son 32 euros. Todo un dineral en la India. Me enfado,-“¿estás loco o qué?”- y él me contesta que es “good quality”. Siempre es todo de buena calidad, cualquier bagatela. Le digo que como mucho le pago 100 rupias, que de dónde se ha caído. Me pide un precio razonable, pero el sólo baja 300 rupias de su desorbitada ilusión. La discusión se prolonga y yo me marcho. Hay que hacerlo para demostrar personalidad regateadora. El maisán me sigue por todo el mercado. Qué pesado. Le chapurreo en hindi que me deje en paz y entonces comienza a ofrecer cifras algo más razonables. Un corro de indios nos mira y se ríe. Gritamos mucho. Gritar entra dentro del ritual. Hay que enfadarse para pelear hasta la última rupia. Al final consigo dos sacos por 500 rupias (9 euros). Cuando ya tiene el billete en la mano me pide otras 20 rupias. Siempre hay un último intento.

India. País sin precios. Se puede regatear desde la comida en el restaurante más barato hasta una noche en el hotel más lujoso. Difícilmente pagan dos personas la misma cantidad por la misma cosa alguna vez. Los rickshaws o minitaxis son siempre una disputa. Casi nadie utiliza el contador. Para el recién llegado cuesta hacerse a la idea de que las cosas no tengan un precio marcado. Como además se trata de un país de profundos contrastes -en el que conviven puerta con puerta la más absoluta miseria con el lujo más desorbitado- la inseguridad y el desconcierto son máximos.

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