Goodbye Baile Atha Cliath
No se donde olvide la suerte pero los duendes celtas no me sonrieron. Ni siquiera me los encontre. Dublin fue un fracaso del que aprender. Parecia que cada decision estaba predestinada a la equivocacion. Cuando sucede una vez, rechistas un rato y olvidas. Pero la piedra volvia a aparecer en el camino y nuestra condicion humana nos empujaba una y otra vez a ella.
Abandonamos Dublin para alejarnos del nubarron de ciudad que se habia colado en nuestras vidas e Irlanda nos hizo un guinyo. Y los guinyos irlandeses son agradables y calidos. No como su tiempo, que debe ser patria de devocion porque sino no se entiende que la gente aguante las idas y venidas, la locura sin cuartel de una oscilacion endemoniada de la temperatura y de la migracion de la nube gaelica. No hay en esta isla sol que no llore ni nube que no mute de color. Cuando te confias te has equivocado.
Irlanda no es tierra de playas pero si de costa, de lagos y montanyas redondeadas, y de magnificas puestas de sol, de tranquilidad y buena conversacion. Decidimos que Dublin no era esa Irlanda que buscabamos y nos dimos un paseo por la West Coast. Lo que vimos nos gusto. Al final hemos dejado las mochilas en el punto mas al sur del pais. Llevamos dos semanas casi incomunicados, con una guadanya en las manos y algunos moretones y aranyazos en los brazos, rodeados de agua en el paraiso de la tranquilidad, en uno de los oasis gaelicos que sobrevivieron al azote ingles.
Nuestro despertador nos echa de la cama temprano para saludar a los pocos vecinos que se atreven a habitar la escarpada geografia de cape clear, una isla diminuta pero acogedora que carecia de todo aquello de lo que huiamos.
Ahora seremos wwoofers por un tiempo.
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