jueves, enero 24, 2008

El horizonte

Dejo una ciudad que cicatriza desde hace casi dos décadas, antes con ginebra pero ahora con buen vino, los desastres de dos visiones enfrentadas del mundo. Primero había padecido ya las fatales consecuencias de una única idea contra todo lo diferente, lo desajustado y extraordinario. Esas visiones ya no existen. Fueron las del siglo pasado. Europa derramó mucha sangre. Ahora se imponen otras. Algunas tratan de hacerse ver. Otras todavía no saben cómo deben ser vistas. Y hay aquéllas que desconocen cómo quieren verse. No obstante, todas caminan de una u otra manera. Ésa es la grandeza de Asia: el horizonte en el que aparece un sol gigantesco que da luz pero que también puede abrasar. Allí voy.

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