viernes, noviembre 12, 2010

¡Hasta pronto Pakistán!

Cómo resumir en unas líneas lo que ha sido para mí Pakistán en estos últimos tres años… Difícil tarea. Por encima de todas las crisis y conspiraciones, tragedias y conflictos, desafíos y complicaciones, Pakistán ha sido una formidable experiencia y un hogar agradable. Ha sido mi casa ¡Y qué casa!, una muy cálida, con muchas sonrisas y plácidas conversaciones, con amigos circulando por ella constantemente.
Me voy de este país con una gran pena pero sobre todo con la satisfacción de haberlo conocido, aunque sólo haya sido por una breve etapa de tres años que nada más son un granito de arena en el reloj de su historia moderna y de la trayectoria que espero le suceda. Tres años repletos, no obstante, de historias, sueños y aventuras. Me marcho algo triste, sí, aunque lo hago con la certidumbre de que no tardaré mucho en volver a visitarlo porque en él dejo estupendos amigos que a buen seguro perdurarán en el tiempo.
Todo empezó en enero de 2008 cuando yo vivía una vida relativamente tranquila en mi bien querido Berlín. Un amigo me planteó la posibilidad de trabajar en Pakistán, a las puertas del centro y el sur de Asia, en un país y una región poco o nada conocidas por mí hasta entonces. Era un cambio radical para un joven inexperto como yo, recién salido del horno universitario, que apenas llevaba un par de años trabajando como periodista. Pero no lo pensé mucho. Me lancé sin dar pábulo a las dudas, a los miedos y complejos.
Vine con el apoyo ciego de mis padres y amigos pese a su preocupación pues esta vez el nuevo destino para este culo inquieto era una de las zonas más calientes del planeta. Y no precisamente por sus veranos de más de seis meses.
Me adentré en un mar a veces revuelto, otras, extraño, a menudo con la corriente en contra y sin un destino claro, o con destinos cruzados. Planté cara a la marejada, y salí a flote. Aprendí a convivir en sus aguas a base de tragarla.
Como periodista cubrí algunos de los peores dramas humanos, atentados y sucesos de violencia imaginables, comprendí que la democracia no son sólo elecciones o partidos, sino también personas y, sobre todo, familias. Entendí que la separación de poderes a veces es algo de los libros y que las ecuaciones de intereses estratégicos pueden con frecuencia ser muy complejas. Lamenté en más de una ocasión que las líneas divisorias entre grupos de población sean tremendamente gruesas e insuperables.
Es triste pero es cierto que los avatares informativos raramente fueron benévolos. También es cierto que no sólo tiene culpa de ello la inestable y volátil idiosincrasia del lugar, sino los viciados cánones del oficio periodístico, una profesión cada vez menos original y en profunda crisis de identidad. Pero lejos del pesimismo que transmitieron muchos de los eventos mediáticos que me tocó descifrar, Pakistán me ha demostrado ser cuna de alguna gente formidable, valiente y luchadora, a la que admiro enormemente.
Visité el país desde el montañoso norte al llano y desértico sur, desde el picante este al salado oeste y hallé con frecuencia corazones abiertos y ganas de conversación; por lo general, encontré respeto y aprecio hacia este huésped. Un huésped que siempre intentó ser uno más y no molestar.
Ahora siento que sin Islamabad, sin Pakistán, yo ya no sería nunca el mismo. Es una parte de mí, insustituible y muy importante, que guardaré eternamente y sacaré a relucir con nostalgia, empatía y orgullo.
Deseo que esta tierra, nido de culturas y religiones, cruce de civilizaciones, depósito de Historia y hoy epicentro del presente y futuro de tantas cosas -algunas buenas y otras no tanto- encuentre una senda de paz que permita a su gente desarrollar al máximo su grandioso potencial.
PAKISTAN ZINDABAD!!

1 comentarios:

A las 6:44 p. m. , Blogger Halcón de Iberia ha dicho...

Casi lloro macho... ¡escrito con el corazon!

Un fuerte abrazo Igor y mucha suerte en tu nuevo reto!

 

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