lunes, abril 12, 2010

Cinéfilos en Pakistán

Hace unos meses un diplomático español de visita me describió como buen ejemplo de cooperación entre Pakistán y España la lucha contra la piratería. Tuve que contener la risa para continuar con la entrevista, aunque me hubiera quedado muy a gusto regalándole las diez últimas películas nominadas a los Óscar. Todas ellas accesibles, antes de ser comercializadas por la distribuidora, en las tiendas de DVD que abundan en Islamabad.
En estos comercios, custodiados por la Policía, los únicos productos que se venden son "pirata" y no hay siquiera un indicio de voluntad por parte de las autoridades para que la situación cambie. "Es casi imposible encontrar productos originales en Pakistán. Yo decidí piratear mi propia película para evitar que lo hicieran otros", me explicó una vez un director de cine paquistaní.
No hay duda de que la expansión del pirateo ha contribuido a hundir en la miseria a la industria cinematográfica de la nación surasiática, donde cada poco cierra sus puertas alguna antigua sala de proyección. Desaparecen los cines pequeños, que quedan reservados para las deficientes creaciones nacionales, y al mismo tiempo, la globalización salpica el paisaje de modernos multisala en muchas de las grandes ciudades. Allí, por lo general, el producto que se exhibe procede de las potentes industrias estadounidense de "Hollywood" o india de "Bollywood".
Poco le importa al ciudadano de a pie a la hora de decantarse para su entretenimiento por la oferta india que la cúpula militar y parte de la clase política de su país sigan considerando a la potencia nuclear vecina como el eterno enemigo. Pero es que las propias Fuerzas Armadas paquistaníes, que justifican su hegemónico poder en la disuasión de la "amenaza" india, poseen incluso cines en los que las pelis estrella son de la marca Bollywood. ¿Contradictorio, no?
Quizás sí. No obstante, para corregir esta desviación en las aficiones de las masas, las autoridades tienen la deferencia patriótica de imponer a los espectadores la audición del himno nacional antes de que comience la maratón audiovisual. Desde hace meses la música va acompañada de imágenes de los tesoros arquitectónicos y paisajísticos del país o de las fuerzas de seguridad. Son pocos los que optan por permanecer sentados devorando palomitas o samosas mientras los demás se levantan como un resorte con la mano en el pecho.
Después ya comienza la sesión... y las conversaciones de móvil o los gritos de la jauría en las escenas que se pasan de románticas. Y cada película es un mar de sorpresas. En mi última experiencia en un cine de Rawalpindi, el encargado se olvidó de encender el proyector tras el intermedio. El sonido del filme transcurrió durante casi diez minutos ante la ira de los presentes, que cargaron con la cabina del despistado, contra la cual llovieron bolsas de palomitas y latas de refrescos. Esto es Pakistán, tome asiento, que comienza la función.