miércoles, octubre 15, 2008

Un Ramadán en Pakistán



Había ido a pasar el fin de semana a Lahore, la segunda ciudad de Pakistán y centro cultural e intelectual del país. En Islamabad, el ambiente desde el atentado contra el hotel Marriott estaba muy viciado. La seguridad está deteriorándose a pasos agigantados, parece que el terrorismo ya no tiene límites por lo que conviene desconectar un poco para no caer en la paranoia que ya invade a muchos.

Islamabad es sumamente artificial y no refleja con atino la idiosincrasia del país donde me encuentro, así que el mes de Ramadán, mi primer Ramadán en un país islámico, fue muy ligero. Yo paso muchas horas en la oficina, pero cuando me adentro en la capital es fácil encontrar restaurantes que no cumplan con el ayuno a rajatabla. Además, las clases medias y altas están acostumbradas a excluir a los extranjeros del protocolo de no comer, beber o fumar durante las horas de sol.

Pero Lahore es otra historia. Allí el Ramadán se percibe en cualquier lugar. Siempre mascando un chicle a escondidas o bebiendo un trago de agua cuando no hay ojos dirigidos hacia ti...

Una amiga me avisaba de que es mucho una cuestión de apariencias. Cierto. Hay mucha gente que se lo salta a la torera. Valga de muestra el ejemplo de la estación de autobuses de Lahore, donde un cuarto separado por una cortina era el refugio de los infieles; o el de mi profesor de urdu, que cuando llegaba a mi casa para darme la lección se fumaba dos pitillos de un tirón, seguidos de un inexcusable zumo de naranja; o el de la cafetería de los abogados del Tribunal Superior de la capital punjabí, en la cual todos tomaban chai (té) con galletas en cuanto se sentaban en los sofás.

No obstante, son muchos millones los que sí cumplen con las exigencias y la cuestión es guardarles respeto en público, para no minar su paciencia, dedicación religiosa y esfuerzo.

El ayuno es tiempo de sacrificio y reflexión, demuestra mucha convicción –me dicen- y esa convicción sólo triunfa gracias a la solidaridad que existe entre los musulmanes. De lo contrario... ¿cómo se explica que sean capaces de levantarse diariamente a las 4.30 de la madrugada para atiborrarse antes de comenzar el duro día? En mi hostal no captaron que mi fe musulmana era más bien impostada, así que cada día tocaron a mi puerta dándome un susto de muerte. Al final ya me acostumbré.

El iftar o ruputura del ayuno, sujeto a variaciones cada jornada en función de la luna, es una de las muestras de humanismo más bonitas derivadas de la religión que profesan que he presenciado desde que vivo en Pakistán.

Una hora antes, los musulmanes ya están comiéndose las uñas y haciendo avanzar con la mente el segundero del reloj. Los restaurantes y locales preparan extensas mesas para los comensales y cocinan los copiosos menús que recompensarán su esfuerzo.

Cuando llega el momento, el tráfico se para. Las caóticas avenidas de las urbes paquistaníes se vuelven una balsa de aceite. Ni siquiera en las gasolineras te atienden. Los trabajadores montan su tenderete y comienzan a comer y beber con avidez. Hay un primer instante de gula, de necesidad imperiosa de calmar el hambre y luego llega el relajo y el compañerismo.

Si alguien se perdió por el camino, siempre encontrará algún iftar callejero donde acoplarse.

La cultura de los iftaris está muy extendida. En las primeras semanas suelen ser más familiares y dedicados a un entorno más cercano y reducido. A medida que se acerca el Eid-ul-Fitr (final del mes de ayuno) es habitual celebrar cenas más festivas con amigos, con gente del trabajo... En los círculos políticos o empresariales, los capitanes consolidan el feudalismo de este país invitando a su sirvientes, empleados o a los periodistas que quieren que escriban bien sobre ellos. Cuando el Ramadán por fin concluye, la fiesta y la alegría son muy grandes. Y merecidas.

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Foto: Un camarero prepara una mesa para un iftar durante el Ramdán. (Autor: IGB, EFE)


Nota: el Ramadán empezó este año el 2 de septiembre en Pakistán y concluyó el día 30 del mismo mes, cuando después de varias horas el mufti consiguió por fin divisar el haz de luna que marcó el comienzo de las festividades.

(TEXTO SOBRE CELEBRACIÓN DEL FIN DEL RAMADÁN)