domingo, agosto 24, 2008

Pani: allí los niños eran felices




Iba vestido con mi salwar kameez y me había dejado la barba de talibán, más por vagancia que por ganas de pasar desapercibido, pero en la entrada del campo de refugiados pronto me reconocieron como un extranjero y se apresuraron a prohibirme entrar en su territorio. Debieron ser mis torpes movimientos. Me resistí a abandonar a la primera, no había hecho el viaje en balde ese domingo caluroso, pudiendo disfrutar de los lujos de una piscina de cinco estrellas para expatriados ajenos a la realidad. Les dije bien claro que no era yanki ni por el asomo y que en España también habíamos sido musulmanes, aunque yo de religiones ya no entendía demasiado. Metí un gol pero la victoria no estaba aún en mis manos. Hasta que no les chapurreé todo el urdu que había aprendido en las últimas semanas, sus corazones no se abrieron. Creía que eran afganos, pero la mayoría eran paquistaníes del conflictivo noroeste. Eso decían, quizás ahí el gol me lo metieron ellos a mí. El adolescente más listo se ofreció como guía y un tropel de niños ya no se despegó de mí en la hora que duró la visita, en la cual hubo dos intentos, masivamente criticados, de robarme la cartera. No dedicaré esfuerzos en este texto a dar lecciones de moralina y a repetir lo injusto que es el mundo en un país abocado al desastre en gran parte por tener una clase política miserable e irresponsable que su humilde y acogedora gente no se merece. Evito esta vez también describir profusamente la cochambre, la miseria de barro por todos lados, los esqueletos equinos o los desagües infestados. Prefiero hablar del “pani”, del agua. Como me dijo un niño cuando se le ocurrió mostrarme su pequeña parcela de paraíso. Allí, el riachuelo hacía una bañera para los chavales y todos se abalanzaban a chapotear y chapotear. Se lanzaban desde las laderas del pequeño valle una y otra vez. Mi cámara disparaba y ellos querían hacer el mejor salto, mientras las madres limpiaban la ropa en las mismas aguas. Allí los niños era muy felices.

Ser periodista en Pakistán

Ser periodista en Pakistán es una experiencia emocionante. No hay posibilidad de aburrirse ni en el plano profesional ni el personal. Desafortunadamente, la imagen de este país que llega a un lector externo no invita al optimismo. Es uno de los aspectos de mi labor informativa que más me duelen. Por eso, intenté colgar notas en mi blog que hicieran referencia a otras cosas que tuvieran poco que ver con la eterna crisis política del país o los constantes episodios de violencia. Pido perdón por haber descuidado este espacio durante los últimos meses. Para compensar mi ausencia, he decidido colgar algunas informaciones de estos tiempos. Soy consciente de que no es excusa, pero trabajo no me ha faltado.

Atentados
Lahore, contra la Oficina Federal de Investigación

Islamabad, cerca de la Mezquita Roja
Islamabad, contra la embajada danesa
Fábrica militar de Wah

Crisis política
Anuncio de proceso parlamentario de impeachment contra Musharraf
Dimisión del presidente paquistaní
Día de la independencia en medio del atolladero político
Las movilizaciones del colectivo de la abogacía
El viudo de Bhutto, candidado a la presidencia
Primer aniversario del nacimiento de Benazir tras su muerte

Y los temas que a mí me gustan más... pero que quedan solapadas por las malas noticias
Consumismo
Renacimiento de la cultura en el conflictivo noroeste
Una corriente mística y moderada del Islam
El arte de los camiones paquistaníes
El rey islambadense del tango